Un pueblo costero, pequeño, unas cuantas casas de pescadores, calles empinadas, adoquinadas, barcas amarradas esperando mejor tiempo para salir a faenar. Un hotel con pocas habitaciones, muy coqueto y limpio, desde el que se contempla como el pueblo cae hasta el mar, como queriendo unirse a él.
Desde la ventana de la habitación vemos el mar embravecido, las olas rompiendo con toda su fuerza, una tras otra, contra los acantilados, dejando una estela de espuma que nunca desaparece y lo torna todo blanco. La lluvia golpea contra el cristal y deja su huella de lágrimas del tiempo que, a veces, se confunden con las tuyas, lagrimas de felicidad, tambien de melancolía.
Me acerco a ti y te abrazo por la cintura, apretando tu cuerpo contra el mío y, al girar tu la cara, dejo un beso en tus labios, humedos, agradables.
Mis manos no dejan de acariciar tu cuerpo y, sin darnos cuenta estamos unidos en un abrazo de eterno amor, dejando que sean los sentimientos, el cariño los que protagonicen la escena.
Fuera, la tormenta también arrecia y sus ruidos, su lluvia, su fuerte viento nos acompaña en nuestro viaje a otros mundos, a esos mundos de placer eterno.
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1 comentario:
HOLA SOI CARMEN,QUE LINDO ES LO QUE ESCRIBES, SE NOTA QUE ESTAS ENAMORADO, IMAGINO QUE MAREWYRA SEA MUJER Y SEA ELLA TU AMOR.OS ENVIDIO
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